Obstáculos para una Restructuración de la Deuda Pública Externa Venezolana
¿Puede Salir Venezuela del Laberinto de su Deuda?
La deuda pública externa venezolana es un peso gigante que se ha ido acumulando durante las últimas dos décadas, producto de una mezcla de políticas económicas erráticas, corrupción y mala administracion del ultimo auge o boom petrolero. La deuda por habitante al día de hoy, es de unos $6.800.
Ahora, con la economía colapsada y el gobierno enfrentado a un enorme reto de permanencia en el poder, Venezuela se encuentra en una encrucijada: necesita reestructurar su deuda para poder respirar, pero las dificultades para hacerlo son enormes.
De una manera un tanto ligera, algunos se atreven a afirmar que “Venezuela está lista” para conversar sobre una reestructuración de su deuda pública externa. Un tour por el laberinto de obstáculos por delante nos permite evaluar qué tan “lista” está Venezuela para afrontar ese proceso.
Un Laberinto de Obstáculos
Para entender la complejidad de la situación, imaginemos este laberinto como una serie de obstáculos que se interponen en el camino hacia una solución y cómo podrían abordarse:
Sanciones Internacionales: Las sanciones impuestas por Estados Unidos y otros países a Venezuela dificultan el acceso a financiamiento externo y la negociación con acreedores internacionales, lo que limita las opciones de reestructuración.
En los análisis y notas de prensa que se han escrito recientemente sobre ese asunto, se ignora al elefante en la habitación: sin el involucramiento del FMI y otros multilaterales (BID, Banco Mundial, CAF), es inviable una restructuración creíble de la deuda venezolana y para que eso pase el gobierno de Estados Unidos debe o levantar las sanciones o permitir el involucramiento del Fondo Monetario, en el cual tiene un enorme peso en la toma de decisiones.
El FMI desempeña un papel crucial en la reestructuración de la deuda pública externa, evaluando la sostenibilidad de la deuda, negociando con acreedores, y ofreciendo programas de estabilización y financiamiento para ayudar a los países a reestructurar su deuda y mejorar su capacidad de pago.
La cosa se complica cuando se toma en cuenta el escenario de una probable victoria de Trump en las elecciones presidenciales americanas de Noviembre. Cuando se hace una investigación sobre cómo piensa Trump hoy en materia de política internacional, sus ideas al respecto no difieren significativamente de aquellas que tenia en su primer gobierno. Posiblemente no insista en salidas como la del “gobierno interino”, pero es cuesta arriba pensar que va a cooperar, si es que no hay un cambio de regimen en Venezuela.
Falta de Transparencia y Datos Confiables: La falta de transparencia en la gestión de la deuda pública venezolana, con información limitada y poco confiable sobre el monto total de la deuda, sus acreedores y las condiciones de pago, complica cualquier negociación de reestructuración. El mismo gobierno parece no saber cuánto le debe y a quién. Por ello ha dado pasos, contratando a un asesor financiero para que le ayude.
Pero saber el monto exacto de la deuda y quienes son los acreedores, es solo una de los varias incógnitas a resolver. Para reestructurar, hay que sacar cuentas sobre la capacidad de pago que tiene Venezuela hoy y en el largo plazo, es decir, hay que evaluar su solvencia.
Para ello, se debe tener certeza sobre el desempeño del pais en materia de crecimiento económico, ingresos y gastos fiscales, manejo de los fondos públicos, producción petrolera, origen y destino del flujo de caja de la Republica, importaciones y un largo etcétera de otras variables macroeconómicas.
Y allí es donde está el problema, pues al momento de escribir estas líneas nadie en Venezuela puede afirmar con relativa certeza ni siquiera cuánto es el tamaño en dólares nominales de la economía venezolana hoy. Venezuela no ha permitido que el FMI haga una evaluación de su economía desde 2004, aunque se espera que los estados miembros de esa institución internacional lo hagan cada año.
Venezuela tendría que reconstruir y publicar todo sus sistema de cuentas nacionales y cuentas fiscales, al menos para los últimos 6 años, lo cual no es poca cosa. Dada la pérdida de capital humano en los entes responsables, eso podría resolverse firmando un convenio de asistencia técnica con el FMI, quien gustosamente suministraría recursos técnicos, humanos y financieros para resolver ese problema.
Queda la duda razonable si el actual gobierno venezolano estaría dispuesto a quedar al desnudo cuando se revelen esas cifras, pues seguramente entrarían en contradicción con la narrativa de recuperación, normalización y “arreglo” que ha venido usando como propaganda.
Falta de Capacidad de Pago: La economía venezolana colapso durante el periodo 2014-2021 y aunque ha detenido su caída libre, hoy se encuentra estancada, con una inflación todavía muy alta y no estabilizada y una producción petrolera que no llega al millón de barriles por día, lo que limita la capacidad del país para honrar sus obligaciones financieras.
Cualquier reestructuración creíble, debe estar fundamentada en proyecciones realistas sobre la recuperación de la economía venezolana y en particular del sector petrolero. Con el regimen actual de sanciones y licencias y las enormes necesidades básicas insatisfechas de la población, la capacidad de pago de Venezuela es muy limitada.
Se requeriría de una apertura petrolera agresiva, la cual pasaría por un cambio radical en el marco regulatorio y tributario actual que desincentiva la inversion extranjera en el sector, con un “goverment take” de hasta 95%. Y aca de nuevo surgen serias dudas sobre la voluntad del gobierno actual para hacer una apertura de ese estilo.
En todo caso, cualquier proyección “realista” que se realice sobre el curso futuro de la economía venezolana, es solo una potencial realización de un proceso estocástico. Como nadie puede saber con certeza qué tan bueno será el futuro económico venezolano, la emisión de “Instrumentos de Recuperación de Valor” bajo la forma opciones o derivados atados al precio del petróleo, puede ser clave en facilitar cualquier negociación.
Hoy, el capital vencido e intereses no pagados por bonos de la República, Pdvsa y La Electricidad de Caracas suman 58 mil millones de dólares, segun esta nota de Grentesis. En los posts publicados recientemente, haciendo marketing de una inminente reestructuración de deuda, se omite explicar de dónde saldría el dinero para cumplir con estos pagos vencidos, que ascienden a una cifra equivalente aproximadamente al 60% de las mas optimistas estimaciones del PIB actual, en una economía donde la mitad de la población vive en pobreza.
Complejidad Jurídica: La deuda venezolana está compuesta por una variedad de instrumentos financieros, con diferentes acreedores y condiciones de pago, lo que complica la negociación de una restructuración que satisfaga a todos los involucrados. Para tener una idea de la complejidad del asunto, observe la siguiente infografía preparada por Prodavinci:
Recientemente, se han producido algunas propuestas o “guías”para reestructurar la deuda venezolana que cometen el error de centrarse solo en las complejidades jurídicas de la deuda en bonos, tanto de la Republica como la de PDVSA (Holdouts, CAC, Pari Passu).
Aunque la atención se centra en la deuda emitida en forma de bonos, pues afecta a poderosos fondos de inversion, la realidad esa deuda es aproximadamente solo un tercio de la deuda pública externa total y no debería ser reestructurada aislada del resto por varias razones.
Primero, porque una restructuración parcial de ese tipo no sería creíble y terminaría en un nuevo incumplimiento mas temprano que tarde. Otra razón, es porque una restructuración no es algo que pueda mantenerse en secreto y por tanto, el resto de los acreedores desearan también que se les pague y en condiciones equitativas. El principio de trato equitativo a los acreedores implica que los acuerdos de reestructuración deben ser justos y equitativos para todos los acreedores, sin discriminación ni favoritismo. Finalmente, si el FMI se involucra jamás permitiría reestructurar solo una parte de la deuda, pues ello no resolvería el problema de insostenibilidad.
Una porción significativa de la deuda pública externa, se le debe a China y Rusia, paises bastantes cerrados a tomar quitas (haircuts) en las restructuraciones de deuda, así el deudor sea una economía muy empobrecida. Los términos y condiciones bajo los cuales se contrató la deuda con esos paises, no son públicos. La falta de consenso entre los acreedores, con intereses y prioridades divergentes, dificultaría la negociación de un acuerdo de reestructuración que sea aceptable para todos, sin discriminación ni favoritismo.
En todo caso, hay que estar conscientes de que las negociaciones para reestructurar una deuda soberana compleja (mezcla de multiples tipos de deuda y deudores) pueden requerir mucho tiempo en completarse (Pitchford & Wright, 2010).
Si la deuda pública externa venezolana en default se limitase solo a la emitida bajo la forma de bonos, el proceso probablemente seria de mas rapida resolucion. La evidencia empírica muestra que el tiempo promedio de duración del proceso de restructuración de la deuda emitida en bonos es de solo 13 meses, contra casi 31 meses para deuda bancaria (Das, Papaioannou & Trebesch, 2012).
La salida del laberinto de la deuda no es fácil, pero no es imposible. Se necesita un cambio radical de mentalidad, reformas institucionales agresivas, un esfuerzo conjunto y una visión de futuro.
ESTE CONTENIDO ES PROPIEDAD INTELECTUAL DE DANIEL CADENAS.
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